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LA SOLIDARIDAD DE LOS ABOGADOS

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LA SOLIDARIDAD DE LOS ABOGADOS

Soy hombre, he sido hijo, soy creyente, soy y seré amigo… también soy abogado. Algunas de esas condiciones las he elegido yo, otras no. Algunas me caracterizan, otras me definen. Pero estoy orgulloso de todas y cada una de ellas. También estoy orgulloso de ser abogado.
Opinamos, todos, de nuestros semejantes. Nos arrogamos la capacidad de decidir si el otro -el que tenemos enfrente- es merecedor de nuestra consideración. Y como no, también se opina del abogado.
Jurista, togado, letrado, doctor, licenciado… me han denominado de muchas maneras grandilocuentes y respetuosas. Pero también me han llamado picapleitos, leguleyo o tinterillo.
Pero sea cual sea el nombre aplicado o la consideración tenida, en todo caso, los abogados defendemos, ayudamos, asesoramos, intercedemos, protegemos o mediamos, respaldamos, auxiliamos y ayudamos, y hacemos todo lo que esté en nuestras manos para velar por los derechos de nuestros clientes.
Y como no, en el devenir de la “vida-profesión”, a veces, nos encontramos con personas que necesitan asistencia letrada y no tienen medios económicos. Ahí entra la figura del abogado de turno de oficio, al cual pertenecí durante varios años. Este servicio es financiado por el Estado (o por la comunidad autónoma) y da cobertura asistencial al ciudadano en materia del acceso a la tutela judicial efectiva. Resumiendo y dicho en román paladino: El abogado ayuda a su cliente a un precio muy económico que es pagado por todos porque individualmente él no puede afrontar el gasto.
Los abogados también sabemos ser solidarios. Y queremos serlo. Actualmente los abogados del turno de oficio se dejan la piel ante la situación generada por las concatenadas crisis financiera primero, económica después, y sanitaria actual, que han generado situaciones de alarma social por los desahucios, despidos, impago de hipotecas o, por ejemplo, concurso de acreedores. Tanta miseria imposibilita a muchas personas poder siquiera contratar a un letrado particular para acceder a los tribunales, y por ello se pone en manos de estos profesionales, los cuales no siempre están lo suficientemente valorados.
Ensalcemos el trabajo de los abogados del turno de oficio, solidarios donde los haya, que aplican su tiempo y dedican sus conocimientos a ayudar a quien lo necesita.
Acabo como empecé: soy hombre, he sido hijo, soy creyente, soy y seré amigo… también soy abogado. Y estoy orgulloso de serlo.

Roberto González Martín

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